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Todos esos malditos momentos

Todos esos malditos momentos que vuelves a mi pensamiento, sin ni haberme pedido permiso.

Las horas pasan en mi muñeca, pero nunca es suficiente, nada ya me salva de tu recuerdo.

Suspendí todos los exámenes de olvido, y es que no me planteé ni si quiera estudiar. El recuerdo de tu cuerpo era como un rifle que dispara sin consideraciones, como un cazador que lleva horas esperando a su presa.

Todos esos malditos olores que no puedo evitar, todos esos malditos acordes que un día compusiste. Recuerdos que los escondo cuando salgo a la calle, para que la gente no pregunte por ti. Porque eso, aunque ya haya pasado tiempo, aún escuece.

Tus idas y venidas me dejaron sin fundamento, me rompían, dejaban mi sístole sin diástole. Y ahora que los segundos pasan más lentos en mi reloj, pienso que quizás tenías razón y que la clave de todo sea hacer ver que no nos conocemos, que no sufrimos, hacer ver que ya nada importa y que nunca nos importó, quizás y solo así, pueda devolver la dignidad a mi corazón. Porque al final, todo es así, hacerle ver a la gente… toda una apariencia como tú hiciste al entrar en mi vida. Que la gente no pregunte para que no se agrande el hueco de nuestros corazones, aunque al llegar a casa nos encerremos en un sinfín de pensamientos que nos consumen.

La era moderna de los sentimientos, hacer creer que no nos duele el corazón.


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