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Los niños de Dar Salam


¿Por qué somos así? ¿Por qué somos así de egoístas? No me puedo quitar estas preguntas de la cabeza. Des de que llegué a la comunidad rural de Dar Salam en mi cabeza solo se han pasado muchas preguntas y muy pocas respuestas. No puedo parar de reflexionar, suerte que he traído mi libreta conmigo. Miro a los niños y veo en sus ojos la inocencia y la felicidad, y si, son felices a su manera ¡pero lo son! ¿Y que tienen para ser felices? Pues bien poco, por eso son felices.


Una mañana, en la escuela del poblado, le pregunté a un niño porque me venía sin zapatos a clase, ¿y sabéis que me respondió? ¡Por qué se los había olvidado! ¿No os parece fantástico? A mí me emocionó.... Imaginaros la vida de ese niño, y las de todos los demás como tienen que ser para llegar a decir con total normalidad que se los había olvidado. ¡Son felices sin casi nada! Qué envidia me hacen…

¿Y sabéis que hacían para poder ganar las carreras en los juegos de la escuela? Se quitaban los zapatos y se los ponían en las manos, cubriéndose los brazos, para poder correr más rápido y si hacía falta tirarse al suelo para poder ganar.

Cada vez que los observaba me enamoraba un poco más de África y de sus gentes, cada vez que los veía me cuestionaba más porque nosotros somos como somos…


En la escuela de Dar Salam aprendí más yo que lo que ellos aprendieron de mí.


Siempre recordaré el momento en que la pequeña Fanta me cogió la mano, aquel primer día de escuela, y ya no me la soltó en todos los días. Aquella niña me robó el corazón, con sus vestidos africanos, con su pequeña mano que no se separaba de la mía. Me cogía con firmeza, y a la vez con una delicadeza que nunca más podré volver a recibir. Aquella niña me enseño que el mundo era mucho más simple de lo que creemos. Me enseñó que no hacían falta las palabras para entendernos. Supongo que se sentía protegida cada vez que nos cogíamos las manos, pero os confesaré que la que se sentía más protegida era yo… que feliz que fuí, que feliz que fuí con tan poco.


A partir de ese día decidí cambiar, des de entonces lucho cada día por parecerme un poco más a ellos y un poco menos a los toubabs* codiciosos y materialistas de los supuestos países desarrollados.

*Toubab: así es como nos llaman en África a las persones de piel blanca


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